jueves

Prólogo- Judex Venturus

Apenas entré a la habitación me sentí invadido por una extraña sensación de aplomo y vacilación, mis sentidos ya nublados por la densidad del aire ofrecieron al principio cierta resistencia al fuerte aroma a perfume francés que invadía el entorno pero finalmente, en vista de que no podría contrarrestarlo con nada que tuviese al alcance, me resigné y opté por ceder ante las pretenciosas intenciones de mi anfitrión, que no dejaba de ofrecerme vino de una sospechosa botella polvorienta extraída sin muchos preámbulos del interior de una alacena en condiciones similares. Cruissaire, por su parte, no parecía del todo familiarizado con las visitas. Lord Chancellor afirmó que era de lo más natural, pero el hecho de que hubiese inmediatamente decidido recluirse en su habitación sin más que un no muy cortés y desconfiado buenas noches no era ciertamente (por lo menos a mis ojos) algo normal en alguien de su estirpe. De todas formas supongo que le habría respondido con propiedad, de no ser porque mis noches nunca son buenas, y sé que las de él tampoco, razón por la cuál me obligué a excusar la frialdad de la ironía y asentir en silencio antes de saludar con una vaga inclinación de la cabeza que no llegó a concretarse como la reverencia que debió ser desde el principio.
Chancellor y yo cruzamos un par de vagas expresiones de cordialidad, sólo por mantenernos ocupados y romper el hielo. Él incluyó en su pequeño discurso de bienvenida alguna que otra pregunta con respecto a los motivos de mi visita que logré evadir, me atrevería a decirlo, con cierta agudeza y buen criterio, sin llegar a revelar más de lo necesario pero procurando satisfacer cualquier duda que pudiese quedar suspendida en el aire. No habían pasado aún los acostumbrados siete minutos de conversación insípida y comentarios sobre el clima reglamentarios cuando sentí la puerta abrirse a mis espaldas al tiempo que el perfume se intensificaba, haciendo que se me erizaran los cabellos de la nuca, y volteé para ver.
Valencia.
Mis manos estrujaron con fuerza los brazos del sillón ni bien mis ojos se hubieron fijado en los suyos, dos diamantes que resplandecían con el fulgor de mil estrellas, penetrantes, casi furiosos, las mejillas se encendieron cuando los labios como pétalos susurraron palabras que llegaron a mis oídos a pesar de que no era la intención, pero nada más.
"¿Friedrich Zasthiel?"

"Von Zasthiel" corregí
"Friedrich Von Zasthiel" y asentí.
Los diamantes estudiaron un poco más mi persona, sin moverse un milímetro inclinó a penas la cabeza haciendo que un bucle dorado se desprendiera del elegante peinado y acariciara la nívea frente despertando toda mi envidia. Hizo una breve y elegante señal a Chancellor para que se retirara, y sólo una vez que éste estuvo fuera de la vista volvió a dirigirme la palabra. "¿Es usted hijo de Farrawad?
"Sobrino"
corregí nuevamente y le sonreí. Cortesía que no fue devuelta. En cambio volvió la vista a las escaleras, la expresión sombría no llegaba a opacar la perfección de su belleza. Suspiró.
"La piedra, ¿la trajo?" Metí la mano en el bolsillo interno de mi saco y extraje el paquete de terciopelo que tan celosamente había estado guardando. Lady Valencia hizo ademán de tomarlo, pero se arrepintió casi de inmediato y me tomó la mano con fuerza. "Mejor usted, tiene experiencia con estas cosas"
Me acompañó escaleras arriba, conduciéndome a través de siglos y siglos de historia familiar colgando de las paredes del lúgubre pasillo: una bóveda sellada bajo seis llaves indicaba el final del recorrido. Abrió las puertas de par en par, la tenue luz roja que iluminaba toda la mansión descubrió un cuerpo marchito entre las sombras, me incliné con toda la intención de convencerlo por las buenas de utilizar la piedra. Imposible describir mi sorpresa cuando las avejentadas manos se cerraron sobre mi cuello, el artefacto salió disparado por el aire y se hizo añicos contra la pared, sentí primero rasgarse la carne de mi antebrazo, luego quemarse mi piel y hervir mis huesos. Sólo el oportuno golpe certero que Cruissaire le atestó por la espalda logró librarme de las fauces del maldito que ya gruñía de rabia como el perro que era. Salté hacia atrás y me desplomé contra el ventanal sintiendo mi cuerpo burbujear bajo el efecto del ataque, un terrible zumbido bloqueó mis oídos al igual que el resto de mis sentidos. Chancellor llegó corriendo, alertado por mis gritos.
"Ha comenzado" le oí decir a Cruissaire.
"No hay forma de detener la metamorfosis" comentó Valencia revelando un obilerema oculto entre los pliegues de su vestido verde mar. "Lo mejor será eliminarlo ahora que aún tenemos tiempo"
Dos pares de ojos hambrientos se clavaron en mi cuerpo ya devastado por los inoportunos cambios que implicaba la terrible transformación. Mis células habían comenzado a regenerarse a una velocidad mortal, y por primera vez en treinta años supe lo que era verdaderamente sentir la sangre fluir por mis venas. El miedo y la excitación que aquello provocaba, sumados a la furia asesina que se apoderó de mi ser al verme rodeado de los traidores a los que había intentado ayudar parecían estar acelerando el proceso a un límite exagerado. Me arrojé desesperado contra el cristal, que se partió bajo mi peso abriendo una amplia gruta de escape y salté, aullando mi primer serenata a la luna roja que partía en dos el cielo, tal como Poe la describe una o varias veces en los muchos cuentos que de él admiro.
Sé por qué no me persiguieron. Sé que Chancellor trató de impedirlo. Sé que intentó distraerlos. Y sé que los humanos son la presa más fácil. Después de todo yo mismo suelo ahora asaltar aldeas a diario. Lo que me molesta, lo que me enfurece en verdad, es la facilidad con la que son corrompidos los hijos de Nosferatu. No me arrepiento de ser lo que soy ahora, muy por el contrario, agradezco al triste anciano el haberme abierto los ojos a una nueva vida. Gracias a él ya no me persiguen las pesadillas, no tengo ya la debilidad y el temor que son característicos del humano, ni su patética imposibilidad de supervivencia ante las razas superiores.
Sí siento lástima por Chancellor. Era un buen amigo de mi tío, y un gran hombre. Me entristece pensar que un día nuestra ansia de caza nos enfrentará, inevitablemente. Porque hoy soy mucho más que un hombre que siente... soy un hombre-lobo, y siento hambre.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ta muy bien escrito.

Edita segunda parte!

Lechuza dijo...

che pero esta es la caracterización de mi personaje, no un harrypotter trucho que podés continuar escribiendo pavada tras pavada como hacen algunos >.<

Anónimo dijo...

No sólo Harry Potter: El señor de los anillos, Rocky, Star Wars... Como que está de moda.

Además, tiene final abierto.

Mira: El padrino tiene tres grandiosas partes, son TRES no UNA. Y es una trilogía espectacular...

Rumpelstiltskin dijo...

El Padrino es un libro, UNO SOLO ¬¬
Si queres te lo presto cuando termine de leerlo.

Lechuza dijo...

Eso! PERRA!

Y NO COMPARES A LOTR CON HARRY POTTER ES COMO COMPARAR AL ETERNAUTA CON LOS DIBUJOS DE GISELA X(