domingo

Qué diría la gente...

Ella tomaba sus medicinas de manera casi constante, aunque no le doliese ya la cabeza. Entonces me gritaba, generalmente por tonterías, y a veces me golpeaba. Y yo preguntaba siempre por qué, por qué las hierbas y el incienso, pero preguntarle a ella era lo mismo que provocarla, y nadie más quería contarme nada. Hasta que por fin, una noche de cantina, mi querida Rosa quiso que me callara.
Sucedió más o menos así:

- ¿Por qué aspira hierbas?
- Porque está enferma.
- ¿Enferma? ¿Por qué? ¿Qué es lo que tiene?
- Nada. Absolutamente nada.

Cuando comprendí que no se medicaba para estar bien, sino para sentirse bien, sin importarle que estando a su lado yo pudiese sentirme mal, algo se apoderó de mi.


A veces me pregunto qué diría la gente si supiera que lo nuestro se terminó cuando acuchillé a su proveedor con un hueso de conejo...

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